No sé en que me ha convertido el tiempo y sus vaivenes, con sus dolorosas traiciones, con la soledad siempre agazapada, no sé qué soy cuando me repliego sobre mi útero, que pario vida, abierto al mundo, doloroso y ebrio de sueños, quizás me convertí solo en un reflejo que aquello que quiso ser aquella niña que soñaba entre sábanas y tenía miedo de las luces nocturnas que a través de la persiana jugaban a ser formas macabras. Me abrí en canal las venas, y dejé correr la sangre por las aceras, rajé mi vientre dolorido chorreando llanto, gritos, y silencio... porque así llega la muerte y también la vida... abrí mi boca a sonrisas que me dieron la espalda y a besos que me llenaron el alma y me entregué sin reservas de agua para los días de sed, sin saber que habría tanto desierto por llegar a secar cada flor que me nacía entre los dedos..., recorrí caminos que no fueron los míos, y los sembré con mis colores y mis versos para llenar de belleza un trozo de tierra que creí nos pertenecía.. No sé que mujer me habita, últimamente me busco hasta en las alcantarillas, bajo las aceras, o en tu cielo plagado de lunas y estrellas. A veces me asomo a mi implacable espejo, esperando un atisbo de ternura por su parte, algo con lo que masticar las amargas noches desveladas, y ahora de reojo me mira con ternura.... quizás se apiade de esta mujer que camina descalza por la arena en brasas...arriesgando de nuevo la vida y alma.
Amanece lentamente en la ventana y el recuerdo de tus manos recorriendo mi cuerpo hacen brotar en todo este desierto flores para mis pechos renacidos con el agua del oasis de tu deseo.
Carmen García Ariza. ¿Flores en el desierto? Julio 2014
*Introspecciones filosóficas de pacotilla, basada en hechos reales o imaginarios al gusto y necesidad del lector.
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